Bucaramanga, Colombia.
Llegué hace unas horas, en medio de la madrugada. Un taxista me recomendó caminar por la calle un par de cuadras hasta la zona de hoteles. Al principio con un poco de temor, después un poco más seguro, avancé y hallé un pequeño sitio para dormir.
Estoy encerrado a causa de este WI-FI (el internet inalámbrico), que te secuestra, te retiene pegado a la computadora, difícil deshacerte de él cuando piensas que tienes tantos correos por escribir, tanta tarea por hacer. Pero la ciudad es nueva y espera, tal vez con los brazos abiertos, tal vez con un ladrón escondido en la esquina por la que pasarás. Posiblemente conozca a la bumanguesa de mis sueños, tal vez mis sueños sean sólo eso.