Pasaporte al lado oscuro
Hace rato, cuando me vi en el mundo rico, de las oficinas, me dije que hay ocasiones en que quisiera volver al lado oscuro: buena vida, buen auto, buena moto, vida de burbuja, estatus económico; pasar puertas que se abren al brillo de un billete o al resplandor del reloj; obtener sonrisas que se adquieren con un buen perfume, un traje limpio…
Había, en la embajada del Ecuador en Colombia, en ese edificio brilloso y fulgurante “Fernando Mazuera“, algo de molesto y atrayente. Un aparato de seguridad digno de la embajada americana en Beirut, con toma de foto, captura de información personal: nombre, dirección, número de cédula, y con escaneo corporal completo: una máquina como la que usaban los cuatro fantásticos, aquella caricatura de los ochenta, para tele transportarse: un tubo largo de cristal en el que penetras con la ayuda de la tarjeta que te ha sido extendida luego de capturar tus datos, y que presentas a un lector óptico. El compartimiento vítreo te absorbe y te analiza por unos segundos, tras de lo que abre la puerta frontal y te da la bienvenida al edificio inteligente.