[Reflexiones] Mis amigos del Perú. ¿Y si nos pusiéramos a leer?


Mis amigos del Perú

Uno de los buenos compadres de acá es Mauricio. Con él, acostumbro sentarme a tomar un par de cervezas (en ocasiones más de un par) y ponernos a filosofar. Hay muchas cosas en las que coincidimos, y otras en las que nunca nos terminamos de poner de acuerdo. Sin embargo, las batallas orales son polémicas y muy divertidas.

Hay ocasiones en las que terminamos simplemente por quedarnos callados, reírnos el uno del otro y levantar el vaso como para dar por culminado el argumento y constatar que tal vez sólo nos podamos poner de acuerdo en el ¡salud!, pero no en el fondo de nuestros idealismos. ¿Buena amistad, no?

Justo ayer estuve por el norte del país (él ahora está en Piura, tratando de cumplir sus sueños de apoyar a la exportación de productos del campo, pero como siempre, se ha topado con pared) y le comentaba que un día antes, mientras me movía de un sitio llamado Máncora hacia Piura, me asaltaba una reflexión en el camino:

“¿Qué tenemos los latinos -decía yo, que no logramos hacer que las cosas funcionen?” Es claro que mi apreciación es terriblemente generalizadora y esa no es mi intención, pero bueno, digamos que se ponga el saco (o el terno, diríamos en el Perú), a quien le quede.

Uno recorre kilómetros y kilómetros de costa en el país y todo es un desierto: gris el cielo, marrón el piso, estrecha la carretera, pobres las casas… y así, por más de 2 mil kilómetros. ¿Qué hemos dejado de hacer o hecho mal? Yo no comprendo: los países de Europa del este ya pasaron por momentos muy duros con el comunismo. Tuvieron crisis, se paró el aparato productivo, se enfrentaron socialmente y sin embargo, cuando uno les mira hoy, se da cuenta que tienen mejor calidad de vida, índices más altos de economía, desarrollo tecnológico, etc.


El terreno, dijimos. Pero cuando pensamos que Las Vegas había sido construida sobre un desierto aún más seco que el de la costa peruana (ni siquiera había agua de mar, sino pozos de los que se extrajo el vital líquido), y que hoy en día es lo que es (independientemente de que no es nuestra idea del desarrollo, no podemos negar que han logrado vencer los obstáculos climáticos y físicos), nos dimos cuenta de que hay algo más.

Sí, sé que en este post estoy simplificando bastante el problema, pero al final, parece que sí (claro, acentuado: Sí) lo podríamos resumir a unas cuantas palabras: si pensamos en igualdad de oportunidades, en justicia social, en democracia, en honestidad, en respeto de las leyes, mejor economía y desarrollo tecnológico podríamos aterrizar todos nuestros faltantes en uno: nuestra carencia de educación.

Un latino tiene un promedio de lectura anual de medio libro. Fuera de lo tonto que es el dato, (es difícil leer sólo medio texto), y de su imprecisión (no sabemos de cuántas páginas, si se trata de un ensayo sobre el SIDA, de un libro de Carlos Cuauhtémoc o de una novela rosa), significa algo muy claro: si yo leo un libro, tú no lees nada; y si yo me leo 6 en 2007, entonces 10 personas no leyeron nada en el mismo periodo de tiempo. Si extrapolamos eso… uy, nos ponemos a llorar.
No, no digo que todos los norteamericanos sean cultos, ni que en Finlandia (que tiene un promedio de 12 POR persona, POR año) no existan los ignorantes… pero sí que en promedio, estamos fritos porque no tenemos conocimiento, y eso no lo digo yo ni el Mauricio, sino que Foucault lo dejó muy claro: el conocimiento es poder, y si no tienes uno, careces del otro.

¿Cómo saber qué pescar, cómo saber cómo procesarlo o mejorar la calidad si somos incapaces de leerlo?

Claro, algunos dirán que mucha gente de bajos recursos tiene primero que comprar un pan, pues un libro no se come. OK, totalmente de acuerdo, pero… ¿y los que sí tienen el dinero? ¿Los chicos estudiantes, los que viajan en auto, los que tienen chofer? Por último, ¿cuántos libros podríamos comprar y leer si evitáramos tener una Sony o Hitachi o LG, Trinitron de 35 pulgadas, con sonido surround, estereo y DVD incluido, en el cuarto? ¿Es una cuestión de dinero en verdad?

En ocasiones pareciera que a los latinos nos gusta la herencia japonesa del Harakiri. Sólo que ellos lo hacían por honor, mientras que nosotros lo hacemos por ignorancia.

Mauricio estaba con El nombre de la Rosa, de Eco; yo estoy con la Narrativa completa de Arreola… ¿y tú, con el Chavo del 8, Borges, (o Borgues, como el Sr Fox), o con la telenovela? Al final, decidimos callarnos y reconocer que con frecuencia nosotros también perdemos tiempo con las Cusqueñas, Pilsen o Cristal. Nos miramos, dijimos salud, y cada quien siguió su rumbo, pero también nos dijimos que mucho haríamos leyendo un poquito más, pues al final, leer es re-crear (que significa leer, pensar y tomar, a partir de lo leído, las ideas que permiten mejorar nuestros sueños y oportunidades)

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